Los sapiens fuking inventos
Por Claudia Aboaf
Dinero
“Dios no murió. Se transformó en Dinero” Agambem
Encuentra dinero en su bolsillo. Sacude la suciedad del billete fetiche que jamás se lava, contaminado con todas las bacterias hospitalarias, y ni aún así alguien reconoce que ese papel desecho no vale nada.
El dinero es fealdad que subió por la grieta en un antiguo terremoto, una erupción metálica desde el magma inferno que sigue quemando bosques y ciudades.
Tiempo
Cronos, el tiempo horario come a sus hijos masticando lento restregando los dientes, o de un solo bocado. Sus mensajeros preferidos son las enfermedades y cada tanto, de un golpe manda una epidemia y acorta los plazos, son la vanguardia que avanza alcanzando al corredor más rápido. En la retaguardia esperan los accidentes. Y si no es suficiente triunfa el hambre.
¡Qué nadie pierda el tiempo porque no podrán volver para encontrarlo! Para los que creen multiplicarlo accionando veloces sus días, volviéndolos provechosos, se vende tiempo minutario en fracciones preciosas pero atención: una vez abierto el frasco, como el mercurio, se escabulle y es imposible sujetarlo.
El tiempo vivo ya no se exhibe pero hay tiempo muerto en mesas de saldos. Hay tiempo encogido, imposible de cumplir -Cronos se divierte jugando-, viene con gran variedad de culpas y castigos. Finalmente en el “Tiempo futuro” hay grandes negociados.
Trabajo
“ …que se me pida que crea en el trabajo, que reverencie el mío…Prefiero una vez más, caminar durante la noche a creerme aquel que anda durante el día”. Bretón
¿De qué trabaja?
No la convence la enumeración remunerada: profesora, tallerista, empleada, ni las tareas gratuitas que hace con los roles: madre, hermana, compañera. ¿En verdad, de qué trabaja? ¿De buscar la claridad como una planta? Sin desmerecer a las plantas, tan arraigadas, activas, nada mecánicas pero que al respirar trabajan. La Botánica, sin dioses propios y última en la cadena alimentaria, tiene además en su variedad, toda la farmacia.
Trabaja de mirar, piensa, de buscar la claridad como un girasol que rota el cuello para respirar el mismo cielo que sus compañeras. Se convence, porque sin el reporte de las miradas quién podría afirmar que las nubes viajan o que existe algo más que uno: persona, animal o planta. No va cerrar los ojos aunque la luz reflejada en latas y en el brillo eterno de las bolsas plásticas la encandile. No va renunciar al trabajo de ejercer una mirada y reportarla aunque sea un trabajo insalubre por el que nada pagan. De eso trabaja.
Lenguaje
En la escuela, el lenguaje común había derrapado en su cabeza: las leyendas que acompañaban los dibujitos de la casa-papá-mamá ascendieron por su oído pero no se ensamblaron con las imágenes y le quebraron el sistema de correspondencias. Además estaba lo que no se nombraba. ¿A cuántos otros nenes o nenas les pasaría lo mismo? Esas frases acuñadas con las imágenes eran un cálculo fallido: papá cuida- mamá ama-pero mira de lado-no de frente como en la lámina.
Necesitaba proposiciones específicas para unirlas con su vida, pero no las hubo y la operación resultó anulada. El sistema de signos era el mismo, pero no las correspondencias. En su propio juego restallaban informaciones que la liberaban; en el de ellos estaba acusada y devuelta a los grilletes. Una boca embanderada pronunció “ro-jo” separando las sílabas mientras señalaba una manzana, pero nadie señaló a una nena temblorosa, enrojecida y fresca como la fruta, ni mencionó una sola palabra que la liberara. Por eso ella ya no escogerá palabras ni levantará piedras de la playa: no colecciona cosas muertas.
Religión
“El infierno son los otros”. Sartre
Las “pibas” del mito de Perséfone son vibrantes y hermosas, de imaginación luminosa. Distraídas con sus cantos y bailes, los otros, los cancerberos del infierno, cavaron en el asfato una trampa para que cayeran en la grieta castigadas por su primavera de derechos. Las guiaron a un tour antiguo, oscuro y voluptuoso. Las empujaron a un invierno donde viven anestesistas sin anestesia y mujeres-marsupiales-perras-gatas. Allí, las pibas de ojos transparentes sufrieron los rituales alrededor de un bebé plástico. En ese infierno donde les gustaría encerrarlas, las miradas pesquizantes de los otros las señalaron al grito de “¡¡Asesinas!!” Satanás –gritaban- las atormentará hasta el suicidio. Esas voces oscuras hablaban una lengua distinta a las proclamas de las pibas, usaban el diccionario de la tenebrosa fantasía religiosa: fetos, fetos, cementerio de fetos, repetían. Pero ellos, los cancerberos, eran apenas sombras grises en el inframundo.
Allí gobernaba Plutón que imponía las leyes y controlaba el mundo. Sin embargo, Plutón, el más temido de los dioses tuvo que negociar al darse cuenta de que nada más podría florecer con tanta sangre de ninfa derramada y no tardó en liberarlas. Al salir de esa visión atormentada, las pibas afirmaron que: “ese infierno no es nuestro”. El infierno son los otros.
*Imagen que acompaña el texto: Obra sin título de Soledad James