Los hijos de la guerra que van a narrar

Sobre Memoria Romana de Rodolfo Fogwill

Blatt y Rios, 2018
Por Martín Glozman

 

Un Fogwill inteligente que intenta dar cuenta de los límites pautados de la realidad. Un joven Fogwill metafísico. Un joven Borges que pasa la intelección por la experiencia como el joven gato que narra en “Un cambio orgánico”, encerrado en una caja más resistente que sus propias garras. “Las convenciones de la vida práctica prevalecen sobre cualquier balance técnico de problemas y soluciones”.

¿Cómo es la voz de Fogwill? ¿Dónde está la voz de Fogwill? La voz de Fogwill directa en el narrador descompone la realidad como en un tubo de ensayos.

“Aunque había un teclado de computadora y una pantalla de registro plana de plasma líquido, la impresora y el sistema de facturación estaban disimulados en el interior de una antigua caja registradora National…”

Leer Fogwill es perderse en lo noble que será un chino que juega con las cajas chinas sin temor de perderse en los niveles de realidad relativa. “…usted, claro, era Fogwill”.

¿Por qué es peligroso leer a Fogwill?

Es el huevo de la serpiente el que ataca hasta acabar mostrándote la realidad. La cabeza deforme de la Gorgona.

En definitiva, Fogwill, pudo ver la realidad, y experimentarla, y finalmente, lo que es ventajoso para la literatura y todos nosotros: narrarla. No sé si se volvió loco o no lo hizo. Construyó un personaje. Literario y real. Como muchos tuve oportunidad de conocerlo, son escasas las anécdotas que puedo contar, pero lo que sí puedo decir es que al margen de la verdad de las cosas, narrarlas es una forma de imponer un destino: imponer un discurso de lo que vendrá, a contra marea, porque se pone el cuerpo a disposición de lo real. Yo doy fe. Yo creo que eso hizo Fogwill. Eso se ve en estos relatos reunidos en Memoria Romana, editados por Blatt y Rios.

En definitiva ahora hablar de Fogwill es hablar de un clásico, de la figurita repetida, pero es en esa experiencia de lectura antes de escuchar hablar de él donde se nos hizo único, y ver la realidad transforma vidas.

El dolor de verle la cara a la realidad. “Apostaba a que su vieja afección cerebral no le juegue ahora una mala pasada u que pudiese conservar la calma para no transmitir a los chicos el terror y la desolación que lo desbordaban”. La experiencia del sobreviviente.

En “El sueño de Nicolás” vemos un Fogwill preocupado por la guerra, por la memoria, por la bomba, y por los chicos, futuro de lo que vendrá. Que alguno de los chicos pueda sobrevivir. “Lo único que encontraba en su memoria era un film sobre Hiroshima del que recordaba un vals de Delarue que casualmente aludía a un río”.

“El sueño de Nicolás” atacado por el veneno, mueve a la naturaleza de la palabra para que el veneno circule y se mueva antes de que explote la bomba, o justo mientras lo hace. El veneno en el cuento es la Coca Cola. Es el motivo que surca el paisaje del viaje: tomar de la buena, tomar de la mala.

La cabeza de la Gorgona es la naturaleza inmóvil que retuerce en la cultura de las palabras lo que describe el mundo.

Sexo, texto, cuerpo.

Morir es escribir en el dibujo de la tinta que fluye como la sangre con el cartucho del fusil.

Las máquinas, el ruido del nacimiento. Escribir las palabras para hacerse personaje como Fogwill de Help a él. Como Cadrick de “Tierra de nadie” que tenía el ruido de la luna llena.

Un personaje cimarrón en “Todo por amor”, hablando en otra lengua y aceptado en el monte. Gustavo ya había dejado de gustar. Literatura en el abismo. Escritura con riesgo. El gaucho eslavo es de verdad. Un gaucho escritor, el polaco, un gaucho que te miraba como eres, que era visto como sos.

Salía el veneno de sus ojos sin envenenar a nadie porque era el reflejo maldito del pueblo que será.

En “Todo tendiendo al equilibrio”, el veneno es un jugo de frutas. “Sintió músculos que jamás había advertido ni imaginado dentro de su cuerpo, despertados tal vez por el placer, por el dolor, por el desplazamiento de un posible veneno.”

Como en un viaje en el tiempo, Fogwill dice: “María ahora me ha hablado y dice algo sobre la dosis, que parece que era demasiado fuerte, que la cápsula tendría más de un trip…”

¿Qué es leer a Fogwill hoy? Nos reunimos en la niebla que iba a ser, en la fogata que hoy es. Qué es leer lo que fue. Nos permite reflexionar sobre el pasaje entre generaciones. Lo que una innnova para la otra es tradición. Innovar no es gratuito. Tiene riesgo. Y no todos innovan. Porque lo normal es conservar, deberse a la tradición, porque admiramos a los que nos enseñaron, de los que aprendimos, de los que innovaron. Hubo muchos modelos, unos propios son los de la matanza del padre, pero eso nos deja en los lugares del iconoclasta, del solo, del muerto, del punk. Del sin trabajo.

Innovar es aceptar al padre, como un igual, sin importar los derechos de la veneración, ni los egos que la literatura trata. Pero eso nos pone en un problema con los hermanos, porque si no se hace fratria se patria. Y si no matria.

En relación a la matria. Me parece que ver la realidad como la vio Fogwill -y el testimonio es su escrito y que pudo sobrevivir a la vida y comerciar y triunfar en un mercado de los solos- te abre la percepción a algo nuevo que los que escribimos deberíamos intentar alcanzar, que es la verdad en sí misma, no importa que forma alcance el discurso en la época para llegar a ella. La realidad, la pura realidad, la que está allá afuera de las palabras. A las que las palabras siempre van a tratar de llegar. Y llegan pero no  dejan de llegar y se desvanecen en la época y en la costumbre, no en la esterilidad sino en su funcionalidad para educar y formar nuevos jóvenes en la búsqueda del futuro, cuando los discursos fuertes finalmente quedan instalados en la palabra que suena en los bares, en las mesas, sin que nos demos cuenta y los hablemos como dormidos para volver a tratar de despertar del juego de las mamushkas y las cajas chinas, buscando otra vez las palabras de la verdad, que no son solo palabras sino experiencias, vivencias, encuentros, diálogos profundos que algunos pocos saben llevar con el costo fuerte del sacrifico de no transar.

Somos todos iguales. Somos todos iguales. El que no sabe esto se equivoca.

 

“Recién entonces sí se lo llevan las olas o lo apartan las toninas, y aparece en la arena mordisqueado y con lo que les quedó de cuerpo todo podrido”.

En las arenas de entonces el autor de apellido sajón dimensiona la narración como forma de enseñanza a los jóvenes, esto que perduró en su obra no se volvió a explicitar como en estos cuentos aquí reunidos, a cambio de una postura más desprendida de lo obvio de la misión. “Lo hacían por enseñar, de puro cariño lo hacían.” En la estructura de los relatos está lo que van a vivir. Como los laberintos griegos o los árabes que construyen los arquitectos para los reyes por venir. Los reyes de las coronas. Los reyes de las coronas de realidad. Lo real.

“…sintiendo que amar era levantar una ola cada vez más alta que tarde o temprano se derrumbaría para arrastrarlos a todos, inútiles e insignificantes, hasta el borde mismo de la arena en la oscuridad”.

Amar, Mar. Contar.

MEMORIA ROMANA

“Lo que más duele ahora es que mis hijos van a sufrir la derrota. Otra derrota. Me duele eso.” “El mundo, entonces, se me representaba como el inmenso teatro de mi fracaso.”